Página Quince
Laura Chinchilla Miranda
Vicepresidenta de la República
Es como si viviéramos en el país de Nunca Jamás, donde no existen jóvenes, solo niños y adultos.
Esta semana, Costa Rica tuvo el honor de ser la sede del lanzamiento de la Convención Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes, el primer tratado internacional que reconoce expresamente a los jóvenes como sujetos de derecho y actores estratégicos del desarrollo. Con esta Convención le damos a la juventud el lugar que merece en el concierto de las naciones y hacemos de Iberoamérica una región más inclusiva y más democrática.
Abandonar mitos. Sin embargo, no basta con promulgar un compendio de derechos humanos. Si queremos verdaderamente poner en práctica una política de promoción de la juventud, tenemos que abandonar tantos mitos y prejuicios fundamentados sobre la idea de que los jóvenes son criaturas irracionales, que viven en el desenfreno de la inexperiencia, y que solo aportan al mundo el ímpetu de su vida y su tendencia a la rebelión. Esa percepción no ha sido más que una forma de descalificar las opiniones de la juventud, y de negarle una participación más equitativa en la sociedad.
Al tratar a los jóvenes, los adultos se han ubicado en dos extremos igualmente equivocados: por un lado, está el paternalismo obcecado, que pretende que los jóvenes necesitan que alguien más gobierne su vida; y, por otro lado, está el desinterés moderno, que piensa que no requieren ninguna forma de atención particular. El primer extremo considera que nuestros jóvenes deben ser tratados como niños, el segundo extremo considera que deben ser tratados como adultos. Y yo me pregunto: ¿no sería mejor tratarlos como jóvenes?
Parece como si viviéramos en el país de Nunca Jamás, que creó el escritor escocés J. M. Barrie en Peter Pan, un país donde no existen jóvenes, solo niños y adultos. “Los niños perdidos” que viven ahí solo tienen dos opciones: o no crecen nunca, bajo el mando de Peter Pan, o se convierten de golpe en adultos, bajo el mando del Capitán Garfio y su séquito de piratas.
Temor a libertad. Los Peter Pan de nuestros días son esas personas que le temen a la libertad de los jóvenes, a su creatividad y a su capacidad de expresarse; que no quieren darles posibilidad de participar en la toma de decisiones de una sociedad, y que creen que basta con sentarlos inmóviles en clases de Matemáticas, Estudios Sociales y Español, sin darles oportunidades para el arte, la cultura, el deporte o el liderazgo político.
¿Cómo pueden hacer “los niños perdidos” para demostrarle a Peter Pan que ya están listos para crecer? No existe una única respuesta. Los mismos jóvenes tienen que ir encontrando la mejor forma de reclamar sus espacios de madurez. Cada uno debe buscar la oportunidad para manifestar sus opiniones, su conformidad o descontento con las circunstancias que los rodean. Cada uno debe demostrar que es capaz de ejercer su libertad, y de ejercerla responsablemente.
Por otra parte, quienes emulan al Capitán Garfio pretenden que los jóvenes sean adultos de la noche a la mañana y asuman roles y riesgos que no les corresponden. Los jóvenes representan un grupo de la población que tiene necesidades muy específicas que están siendo desatendidas, porque caemos en el error de creer que, cuando los niños dejan de ser niños, se convierten inmediatamente en adultos. En cierta manera, protegemos y estimulamos a nuestros niños hasta los 12 ó 13 años, y a partir de ahí les decimos “bueno, suerte en la vida”. Con esta actitud, simple y sencillamente nos estamos brincando una etapa de la vida de nuestros habitantes.
Instrumento jurídico. Entonces también debemos preguntarnos: ¿cómo pudieran “los niños perdidos” decirle al Capitán Garfio que todavía no son adultos, y que necesitan atención especial en ciertas áreas en las que son vulnerables? Lo mejor que pueden hacer es crear un instrumento jurídico, como lo hicieron al promulgar esta Convención, con el que puedan reclamar sus derechos y hacerlos valer frente a quien sea. Con ella, han dicho “presente” en el auditorio del mundo, y por eso quiero felicitarlos y expresarles mi admiración.
El mundo es un lugar fantástico. Tan fantástico como la estrella donde se encuentra el país de Nunca Jamás. Pero tiene también defectos, y sus habitantes se equivocan tanto como el Capitán Garfio o Peter Pan. Ahora los jóvenes tienen la herramienta para pedirles a ambos, con respeto y responsabilidad, que pongan los pies en la tierra y que comprendan, por fin, que el más sagrado derecho de la juventud es el derecho a la juventud.
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