lunes, 12 de mayo de 2008

Opinión: El Príncipe de las Paradojas

Artículo de Opinión Esteban Porras. La Nación 11/05/2008.

Para Jorge Luis Borges, la obra de Gilbert Keith Chesterton no encierra una sola página que no ofrezca felicidad. Borges, profundo admirador suyo, al igual que muchos grandes escritores “sufrió” de su influencia.

Novelista, poeta, ensayista, articulista y pensador político representan solo algunos de los géneros literarios que este escritor desarrolló: de su pluma salieron más de mil artículos y noventa libros.

Tan joven y tan viejo. Sir Arthur Bryant, gran historiador Británico, afirmó: “La influencia de Chesterton será más grande en las generaciones aun no nacidas”. Y no se equivocó; sus libros se siguen leyendo y su influencia sigue teniendo amplio alcance.

G. K., como gustaba abreviar su nombre, es un escritor al alcance de todos los públicos, con una crítica aguda, un campo de acción universal y una atracción magnética que cautiva y enriquece. Por esta razón, lo recordamos en este mes de conmemoración de su nacimiento.

Escritores conversos. El final del siglo XIX y mediados del XX representa uno de los períodos más interesantes de la Inglaterra moderna. Este movimiento, del que Chesterton recibió gran influencia, tiene su precedente en la conversión y labor intelectual del Cardenal Henry Newman, el cual fue todo un ejemplo de rigor y honradez que debe vivir un investigador.

Chesterton, de familia anglicana y agnóstico en su juventud, comenzó su andadura literaria en el primer año del siglo XX. Su conversión al catolicismo no se produjo hasta mediados de 1922, a pesar de estar muy cerca desde años anteriores. Acude a la novela policíaca para expresar la peculiar manera en que se debe buscar la verdad.

Fue el que más influyó en los escritores de su época, gracias en gran medida, a la manera intelectual de enfrentar la fe: Graham Greene, Ronald Knox, Dorothy Sayers, Evelyn Waugh y G.M. Hopkins, son algunos de los que Chesterton acercó a la Iglesia Católica.

Para Chesterton era mala teología atacar la razón, y el estudio concienzudo fue lo que hizo dar el paso a la Iglesia de Roma a muchos de esta generación. Otros como C. S. Lewis y T. S. Eliot fueron “conversos” que no alcanzaron el catolicismo. Lewis comenta que, al leer a Chesterton, no sabía en lo que se estaba metiendo: “El joven que desee seguir siendo un ateo sensato nunca puede ser demasiado prudente con lo que lee”. Eliot igualmente tuvo su conversión, en este caso hacia la iglesia Anglocatólica.

Búsqueda de la verdad. Para Graham Greene, Chesterton era demasiado bueno para ser político. En la campaña de 1906 participa por primera vez en la vida política, y de ahí lo seguiría haciendo, aunque solo fuera para confirmar su desconfianza en los políticos.

En esa búsqueda en la que vivió siempre, Gilbert Chesterton se convierte en el pionero del distributismo, junto a su amigo Belloc. Se basan para esto en las premisas de la encíclica Rerum Novarum y profundizan en la problemática económica de su época.

G. K. fue un hombre de reformas, un pensador libre y un visionario de su tiempo: “Tanto como antes, más que nunca, creo en el liberalismo”, dijo en una ocasión al referirse a la obra de Dickens.

Ese era Chesterton, el liberal que no creía en los liberales, el hombre que confesó no tomar en serio sus libros, pero sí sus opiniones, el que convirtió a muchos antes de convertirse él al catolicismo. El creador de teorías económicas, el hombre optimista y de gran vitalidad. El gigante de las letras: el príncipe de las paradojas.

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