jueves, 31 de julio de 2008

¿Romería o Carnaval?


Escrito por Mariela Herrera Castro
Miembro de Ágora
Estudiante de la UCR.

Nos encontramos ya ante una de las celebraciones más importantes dentro del ámbito católico para una gran mayoría de costarricenses: la peregrinación hacia la Virgen de Los Ángeles, patrona de Costa Rica.

Ante todo, respetuosa de las creencias y religiones que cada uno de nosotros y nosotras profesamos, y sin afán de incomodar, herir o expresarme en plenos juicios de valor; debo confesar como católica (sin caer en los excesos del fanatismo) lo mucho que me indigna notar como en los últimos años ésta celebración se ha convertido más en un carnaval que en una tradición religiosa propiamente.

Como muy bien lo mencionaba Jaqueline Murillo en Costa Rica (des)dibujada podemos afirmar que en nuestro país contamos con tres carnavales: el de Limón, el de Puntarenas y la romería del 2 de agosto.

Cuán desagradable debe ser para algunos creyentes escuchar, mientras caminan hacia su destino, la cuenta de chistes vulgares, racistas y sexistas; el jolgorio de jóvenes y no tan jóvenes que piensan que la peregrinación es una buena oportunidad para lanzarse a caminar libremente por las calles sin que nadie les llame la atención, y que suelen creer que dirigirse hacia Cartago haciendo bulla y en pleno escándalo es parte del vacilón del día de la Virgen de los Ángeles. Pero lo que yo consideraría peor aún, es la gran oportunidad que representa para ciertas almas por ahí, el paso a cuanto bar se asome por la calle, y la situación se agrava si vamos por San Pedro. Claro, con aquello de que es necesario ir bien abastecidos, más de uno se abastece tanto que al final su promesa a la Virgen es la de no volver a tomar.

El mismo acto de ingerir licor dentro de una actividad religiosa se convierte en un hecho subversivo y de degradación, un carnaval puro.

Si disfrutamos de cientos de días para vacilar, tomar y divertirnos porqué no dejamos lo anterior por uno solo y permitimos que quienes caminan tranquilamente lo hagan sin interrupciones o sin este tipo de situaciones incómodas.

A algunos y algunas costarricenses se les ha olvidado simplemente que hay actividades en las cuales el licor y el vacilón no combinan; incluso, en ciertas ocasiones esta actitud favorece la aparición de los amigos de lo ajeno, que por cierto hacen su agosto y visualizan el descuido de los ticos para cometer sus actos delictivos.

Con lo antepuesto, no afirmo que para realizar la romería se deba ir rezando trisagios, llevando granos de frijoles en los zapatos y cargando piedras para hacer penitencia, pero lo que sí deseo es hacer notar que existen momentos para todo y que una actividad religiosa, independientemente de la religión, merece respeto; y no estaría de más recordar que todo lo que efectuemos en nuestro diario vivir debe ser con moderación.

De esta forma, si usted es uno o una de los que en estos días caminará para llevar a la Virgen una promesa, un propósito o un agradecimiento, hágalo, pero hágalo de corazón, siendo la fe la verdadera razón y no lo haga por vacilar o por pasar el rato.

Después de todo, las tradiciones merecen ser resguardadas y si no iniciamos el cambio ¿quién lo hará? No perdamos el verdadero sentido de la fe ni el sentido de nuestras acciones. No permitamos que el alcohol y el disfrute con unos cuantos eche a perder una buena intención. Únase a la gran cantidad de costarricenses que aún comprenden el valor de la actividad.

¿Qué prefiere usted para la celebración del 2 de agosto, una romería o un carnaval? Piénselo.